viernes, 16 de octubre de 2009

Mis personajes son todos hombres, hombres que tratan de ser interesantes y terminan asqueándome; saco largo (hasta antes de las rodillas) lentes con marcos oscuros, sentimientos profundos y quizás poetas, con algún secreto bien guardado pero que es su cimiento, la base donde o desde donde se armo toda su vida, o toda su historia, o todo su poema.

Por lo general tratan de irradiar una luz especial y encontrar el amor más grande y puro del alma pero se enredan tanto entre palabras que terminan pareciendo sombras inanimadas: descuidadas o abandonadas.

Más allá de la melancolía que chorrean tienen detrás todo el amor del mundo y la claridad del sol, solo que todavía no la hicieron conciencia.






Todo tiene que ser real, hasta las palabras que se desbordan de la cabeza.

Cosa rara que cuando me siento así, abrumada, o llena de preguntas, o llena de respuestas, o llena de cosas para decir, o llena de conciencia o más allá de la tierra mi boca se cierra, mis labios se pegan; consecuencia de mi lengua haciendo vacío contra el paladar y los cachetes; se bloquea cualquier tipo de comunicación verbal o sonido formador de palabra. Se ejerce la distancia y la seguridad de la cercanía,

ser cania, ser.